SOLTERITA Y ¿SIN APURO?
Por Luciana Prodan
Por Luciana Prodan
Por alguna extraña razón (o por los mandatos que hemos
heredado y han quedado grabados a fuego en nuestras venas) las mujeres somos
perseguidas –desde siempre- por el viejo
y renovado estigma de la soltería. Un viejo y renovado estigma que nos persigue
(pisándonos los talones y el orgullo ) a cada reunión social o familiar a la que nos inviten y, como si eso fuera
poco, se mete cada noche en nuestra cama haciéndonos sentir solas…¿ y culpables?
.
Como sea, la lectura que la sociedad –y nosotras mismas-
hacemos del asunto convierte a los hombres solteros en una especie de seres
superados o seguros de sí mismos, y a las mujeres –que tienen el mismo estado
civil- en insatisfechas, solas, fracasadas, resentidas o frustradas.
Resulta curioso, con los hombres no sucede lo mismo. O mejor
dicho, sucede todo lo contrario. O sea, si un hombre está soltero deducimos
(indefectiblemente) que es una elección. Que lejos de ser un “defecto” o un
padecimiento, este pobre hombre todavía
no ha encontrado a “esa” mujer que
comprenda la naturaleza de su esencia. Entonces, de la manera más prolija e inteligente, espera
la llegada de esa compañera que todavía no tuvo la “suerte” de encontrar. Y
digo la suerte, porque muchos, en lugar de sufrir la soltería –a diferencia de
nosotras- la festejan y brindan con los amigos en cada asado por un año más sin
llamados, ni reclamos, ni compromisos.
Afortunadamente, todo lo establecido respecto a la soltería
es prejuicioso y falso. Porque cada mujer vive la soltería como puede. Están
las que aman la soltería y la sienten como un momento más de la vida; y las que
la eligen como una opción, si de parejas hablamos, porque creen en otro tipo de
vínculo que no debe ser el del compromiso absoluto. Están las comen 3 kilos de
helado… y las que bajan 15 kilos en el gimnasio.
Por eso, desde mi punto de vista, soltería y soledad
refieren a dos realidades completamente diferentes. La soledad (aunque parezca
una redundancia) no tiene que ver necesariamente con la presencia de una
pareja. La soltería, sí. Es importante dejar de transformar un estado civil en
un estado del ser. Es vital entender que estar solas, no es lo mismo que estar
solteras. Por otra parte, esta traspolación, además de nociva y tramposa, ha
alimentado a varias generaciones de mujeres que, en muchos casos, prefirieron
vivir sus días (civilmente casadas) desde una clara y desalentadora soledad
vital. Y nosotras sabemos muy bien, que estar solas pero acompañadas es sentir
la cama más vacía que nunca.
Entender que estar solteras no es un karma, me parece
interesante. No es una brujería que nos hicieron, ni el final de nada. Estar
solteras es –entre otras cosas- la posibilidad de hacernos felices todos los
días. Y para eso…¿quién mejor que nosotras?
Luciana Prodan.
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