viernes, 23 de mayo de 2014

UN BESO Y UNA FLOR, por favor



UN BESO Y UNA FLOR, por favor.
Por Luciana Prodan
A las mujeres no nos importa si las flores se marchitan y los bombones engordan, dijo mi amiga (sentenciando) mientras ponía los ojos en blanco y se tomaba la última copa de vino tinto que estaba sobre la mesa. Y tiene razón. Eso es verso. A las mujeres nos encanta que nos sorprendan. Porque a las mujeres lo único que nos interesa es que se acuerden de nosotras. No importa cómo ni de qué manera, pero que se acuerden. Que nos tengan en cuenta. Saber que ése hombre en algún momento del día invirtió parte de su –valioso y sobrevaluado- tiempo en intentar sacarnos una sonrisa, nos conmueve de una manera intransferible. Por no decir que nos hace explotar en llanto de la manera más absoluta y brutal.
Pero como los hombres que regalan flores y bombones –sinceramente- no abundan, y los que eran capaces de regalarnos las dos cosas juntas –prácticamente- se extinguieron, empezamos a mentir. A mentir de la manera más patológica y despiadada. A repetir una y mil veces que nada nos conmueve. A engañarnos y engañarlos de la manera más absurda y destructiva, pensando que de esa manera nos protegemos de su indiferencia. Decir que no nos funciona, me parece redundar.
Porque a nosotras –irónicamente- el romanticismo nos enciende. Sí, nos enciende. El romanticismo, lejos de empalagarnos -como muchas afirman de la manera más compulsiva- nos erotiza. Nos predispone. Porque no hay nada más excitante que saber que él (ese hombre que nos interesa) se acordó de nosotras. Que pensó en nosotras y, como si todo eso fuera poco, no tiene la más mínima intención de ocultarlo. Un hombre romántico, siempre será un hombre valiente. Pero claro, volvemos al principio, no abundan. Eso está clarísimo.
El problema es cómo y de qué manera resolverlo. No es fácil salir a gritar que todo eso que se dice por ahí es mentira, y que las mujeres necesitamos amor. Que nos gusta que ellos nos traigan el desayuno a la cama y nos regalen ositos de peluche. O sea,  nosotras (que ya tenemos bastante con todo lo que nos pasa) no vamos a empezar a dar vuelta todo un discurso que se instaló de la manera más irrefutable. Es decir, no vamos a quedar como unas idiotas llorando a moco tendido por un miserable ramo de flores, demostrando que el gesto nos conmovió –por lo menos- hasta medula. Y así, la cosa se complica cada vez más. Les mentimos y nos mienten. Los buscamos y se esconden. Los encontramos y desaparecen?. Como sea, no nos está dando buenos resultados. Hacernos las desalmadas y fingir que no necesitamos del romanticismo para sentirnos un poquito más queridas, evidentemente no funciona. Y lo peor de todo es que ellos…ya lo saben.
Luciana Prodan.



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