domingo, 27 de julio de 2014

 Narraciones Breves
Por Luciana Prodan

EL MIEDO AL ABANDONO

El miedo al abandono no es inocente. El miedo al abandono _muchas veces- nos transforma en monstruos asustados por sus propios fantasmas. Y todos sabemos que pocas cosas son más peligrosas que una persona que es capaz de atacar a su propia sombra. El miedo al abandono nos convierte en bestias con alas de papel; en ángeles llenos de angustia aturdidos por el bullicio de los demonios que, mientras nos acunan, nos cuentan al oído todo lo que podemos llegar a perder. En seres incapaces de cuidar aquello que amamos porque estamos presos, confundidos y desamparados. El miedo al abandono nos vuelve tan cobardes que preferimos ser malos. Necesitamos una excusa; buscamos desesperadamente una excusa para poder justificar aquél fatídico momento en el que seremos dejados. El miedo al abandono nos recibe como víctimas y siempre nos despide como victimarios. 
_Luciana Prodan_

viernes, 25 de julio de 2014

CRÓNICA DE UN AMOR ILUSTRADO
Por Luciana Prodan



No sé cómo se llaman. Sus nombres no me interesan. Tampoco sé hace cuanto tiempo se aman, se apasionan y se pelean. No sé dónde viven ni a qué se dedican. Tampoco sé qué los une, que los separa ni por qué se reencuentran. Él...llegò corriendo como sì se le hiciera tarde para darle el último beso. Ella...lo miró enamorada y _como una nena grande_ se colgó de su pecho. Se abrazaron fuerte unos segundos. Se mimaron, se mostraron y se escondieron. De pronto, él se arrodilló. Ella sabe que lo tiene a sus pies. Les saqué una foto. De alguna manera, les guardé ese momento. -Sí, le está atando "los cordones"_

Luciana Prodan.

TE VE INFIEL (o nuestras ganas de "consolarnos")



TE VE INFIEL
“La monogamia es posible, como el arte, pero no es natural; es más natural un modelo sexual en el que la gente encuentre una pareja, haga promesas y luego las rompa. En realidad, lo natural, es una retahíla de corazones rotos”, sentenció Judiht Eve Lipton, psiquiatra del Medical Center en Washington, investigadora,  y coautora del libro The Myth of Monogamy, en una entrevista realizada por el gran Eduard Punset. Y es así. Nos guste o no nos guste, la monogamia no es natural. Esta certeza (científica, real e irrefutable) nos apunta con el dardo de lo inevitable directo al centro del alma. Un dardo certero que, aunque intentemos esquivarlo, nos pisa los talones persiguiendo nuestros deseos y aniquilando nuestras tan vapuleadas ilusiones. No somos fieles por naturaleza. O, al menos, no estamos programados biológicamente para eso, pensé (intentando reflexionar en voz baja), mientras releía la entrevista con entusiasmo. Pero el entusiasmo duró poco. De pronto, la incertidumbre se apoderó de mí. Porque si bien es cierto que nunca creí en la fidelidad, el amor eterno y todo el combo que (con moños, globos de colores y corazones) quieren vendernos para llenarnos de culpas y exigencias, la confirmación no dejaba de angustiarme. Qué se yo, no quiero ponerme sensiblera, pero tampoco voy a mentirles. Es decir, todos –en algún momento- nos damos cuenta de que los Reyes son nuestros padres…pero, sin embargo, seguimos poniendo religiosa e irónicamente el pastito y el agua para los camellos. O sea, sabemos que nos mienten, pero necesitamos mantener –por algún motivo- esa ilusión.
Como sea, el tema nos atrae. Da lo mismo si estamos en la puerta del colegio, la feria o el club house del country más exclusivo de la Argentina; si hay alguien que es víctima o victimario de la tan temida infidelidad, nosotros queremos saber. Todos quieren saber. Y con los famosos nos sucede lo mismo. Las celebrities y los programas de chimentos nos invitan a deleitarnos con debates, audios, fotos y videos. Saben qué vende, y no van a perderse el negocio de lucrar con la dignidad ajena, escudados en la morbosidad y el sadismo propio de aquél que juzga a los demás (siempre desde su falsa moral) y ocupando el –apestoso- lugar de juez disfrazado. Y es así como logran intoxicarnos con padecimientos cinco estrellas, haciéndonos sentir ¿un poco más afortunados?. Como sea, el arte de persuadir se les hace carne. Nos vulneran y nos entretienen (con o sin pochoclos) de la manera más adictiva. Logran vendernos lo que nunca quisimos comprar y, sin embargo, seguimos encantados mirando la caja boba… perdonando lo imperdonable.
Luciana Prodan.