viernes, 25 de julio de 2014

TE VE INFIEL (o nuestras ganas de "consolarnos")



TE VE INFIEL
“La monogamia es posible, como el arte, pero no es natural; es más natural un modelo sexual en el que la gente encuentre una pareja, haga promesas y luego las rompa. En realidad, lo natural, es una retahíla de corazones rotos”, sentenció Judiht Eve Lipton, psiquiatra del Medical Center en Washington, investigadora,  y coautora del libro The Myth of Monogamy, en una entrevista realizada por el gran Eduard Punset. Y es así. Nos guste o no nos guste, la monogamia no es natural. Esta certeza (científica, real e irrefutable) nos apunta con el dardo de lo inevitable directo al centro del alma. Un dardo certero que, aunque intentemos esquivarlo, nos pisa los talones persiguiendo nuestros deseos y aniquilando nuestras tan vapuleadas ilusiones. No somos fieles por naturaleza. O, al menos, no estamos programados biológicamente para eso, pensé (intentando reflexionar en voz baja), mientras releía la entrevista con entusiasmo. Pero el entusiasmo duró poco. De pronto, la incertidumbre se apoderó de mí. Porque si bien es cierto que nunca creí en la fidelidad, el amor eterno y todo el combo que (con moños, globos de colores y corazones) quieren vendernos para llenarnos de culpas y exigencias, la confirmación no dejaba de angustiarme. Qué se yo, no quiero ponerme sensiblera, pero tampoco voy a mentirles. Es decir, todos –en algún momento- nos damos cuenta de que los Reyes son nuestros padres…pero, sin embargo, seguimos poniendo religiosa e irónicamente el pastito y el agua para los camellos. O sea, sabemos que nos mienten, pero necesitamos mantener –por algún motivo- esa ilusión.
Como sea, el tema nos atrae. Da lo mismo si estamos en la puerta del colegio, la feria o el club house del country más exclusivo de la Argentina; si hay alguien que es víctima o victimario de la tan temida infidelidad, nosotros queremos saber. Todos quieren saber. Y con los famosos nos sucede lo mismo. Las celebrities y los programas de chimentos nos invitan a deleitarnos con debates, audios, fotos y videos. Saben qué vende, y no van a perderse el negocio de lucrar con la dignidad ajena, escudados en la morbosidad y el sadismo propio de aquél que juzga a los demás (siempre desde su falsa moral) y ocupando el –apestoso- lugar de juez disfrazado. Y es así como logran intoxicarnos con padecimientos cinco estrellas, haciéndonos sentir ¿un poco más afortunados?. Como sea, el arte de persuadir se les hace carne. Nos vulneran y nos entretienen (con o sin pochoclos) de la manera más adictiva. Logran vendernos lo que nunca quisimos comprar y, sin embargo, seguimos encantados mirando la caja boba… perdonando lo imperdonable.
Luciana Prodan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario